Escuela de normatividad

Las primeras experiencias asociadas a la palabra "opresión" las he tenido en el colegio, en mis primeros años de educación, donde la individualidad se veía seriamente afectada por una serie de lineamientos y pensamientos retrógradas y completamente egoístas capaces de anular las capacidades de muchos alumnos y alumnas, casos que se veían (y ven) más a menudo en los colegios estatales que, de forma irónica, son olvidados a veces por el Estado.

Siempre fui una alumna aplicada, quizás impulsada por este acto tan maravilloso de la curiosidad que me hacía siempre preguntarlo todo, investigarlo todo, encontrarle - o al menos intentar - las respuestas a las preguntas más difíciles para el pequeño mundo de una niña de ocho años.
Comenzaba el tercer año de primaria, mi primer año en ese nuevo colegio del estado, tan grande y de mujeres. Colegio donde había solamente una profesora que te enseñaba todos los cursos, donde nuestros nombres se convertían en simples números de orden o en la verticalidad que conlleva el ser llamados por nuestros apellidos paternos.

Una de las clases más divertidas siempre ha sido la de arte. Recortábamos, pintábamos, dibujábamos. Aunque nunca fui buena en ese tipo de cosas, daba siempre mi mejor esfuerzo y me divertía, hasta que un día la profesora nos dio una hoja de papel mimeografiado (si, utilizábamos mimeógrafo, algo que ya no veo en las nuevas generaciones de estudiantes) con el dibujo de una mujer. Era la típica princesa de Disney, con un vestido blanco y vaporoso, el dibujo estaba sin pintar y era nuestra labor pintarla de la manera en que nosotros quisiéramos, eramos libres de elegir los colores que quisiéramos para representar a nuestra mujer en el papel mimeografiado.

Yo decidí mantener el vestido blanco, pero darle bordes amarillos, para que sea una mujer elegante; pinté sus zapatos de un tono negro, porque siempre me han encantado los contrastes y su cabello lo pinté azul, porque desde pequeña he tenido la idea de que, cuando sea grande, me lo iba a pintar de ese color (ya lo tengo de ese color). 
No sabía pintar, me salia de las rayas, pintaba para cualquier lado, pero ese dibujo fue el que mejor pinté, al que más ganas le puse y con el que más orgullo presente a la Miss. Milagritos.

- ¿Cuándo has visto que un ser humano tenga cabello azul? - Preguntó viendo mi dibujo con asco.
- Usted dijo que lo hiciéramos como quisiéramos.
- Si, pero algo que sea decente, que sea humano. Esta no es clase de fantasía.

La profesora me mandó nuevamente a mi sitio a corregir mi dibujo. Le pedí otro dibujo en blanco para hacerlo "según las normas" pero no me quiso dar otro, dándome la estúpida excusa de que ya no había más papel y que si lo hubiera tampoco me lo daría, porque todas las chicas han tenido una oportunidad y lo están haciendo bien y yo no recibiría tratamiento especial.
Como era de esperarse, pinté encima del cabello ya pintado, con un marrón oscuro, un color que muchos seres humanos tenían. Un color NORMAL. Se lo entregué a la profesora y ella, en un acto que me marcó hasta el día de hoy, tomó mi dibujo como con pinzas, sus gestos fueron similares a alguien a punto de vomitar y con el odiado lapicero rojo tachó mi dibujo con un 08. Callé, lloré en silencio, llegué a mi casa y le dije a mi madre que ya no quería más colores. 

Mi madre recuerda ese momento como si fuera ayer, yo también lo recuerdo a pesar que han pasado ya 18 años de ello, 18 años en los que gracias a ella pude librarme de las consecuencias funestas de haber seguido las normas. Gracias a ella fui libre, pensé, critiqué, cuestioné...
Ahora soy una mujer que tiene el cabello fucsia, rojo, azul porque se me da la gana; que usa pantalones y zapatillas en ve de vestidos o las aburridas faldas de colegio porque así soy, porque así me siento cómoda y porque nadie puede negarme el derecho elemental a ser quien soy y decidir sobre mi cuerpo.

La escuela, como fin ideal, debe ser el lugar que nos abre los ojos para ver la realidad, para criticar, para pensar, para razonar y debatir, lastimosamente estos años que deben ser los más hermosos son cambiados por los años de mayor opresión, donde nuestras diferentes formas se convierten en una sola, una aburrida y esquematiada forma cuadriculada.


Pintemos de azul nuestro dibujo si nos da la gana, pintémoslo como queramos. Que sea nuestro y que nadie lo intente cambiar.

1 comentario:

  1. Muy bonita entrada, capaz la experiencia no fue tan bonita para ti jeje pero en parte ayudó a formar quien eres ahora, alguien que sabe lo que quiere, lo que vale y alienta a otras personas a defender quienes son. Saludos!

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